Lo nuevo evoca lo ya conocido y lo mejora con lo ahora aprendido
Después de 4 años desde su último álbum y con más de 4
décadas de carrera, estos diablos de Jersey están de vuelta y de la mejor
manera. Puede decirse que el tiempo no pasa por sus integrantes, pero eso también
echaría en saco roto toda lo que han aprendido y saber ejecutar en su vigésimo
álbum, Scorched.
Escuchar el álbum es un viaje, lleno de referencias y guiños
a momentos anteriores de la agrupación y de homenajes a leyendas como Black
Sabbath (Fever) o Ronnie James Dio (Won’t Be Coming Back). Es un disco que es
fácil de disfrutar gracias a la variedad que ofrece. No podemos decir que tiene
un poco para todos… ¡Tiene mucho!
El titular nos abre con riff melódico, es casi un solo, muy
Heavy Metal y algo que no habíamos escuchado anteriormente en ningún otro
trabajo de la banda y que luego nos da lugar a esta fórmula de thrash con tintes
groovy a la que nos han tenido acostumbrados desde The Grinding Wheel y que se muestra
refinada en muchos aspectos. Es un excelente abridor, que logra dar un vistazo de
que, dentro de lo nuevo, ese núcleo sigue ardiendo con llamas verdes y rojas.
The Surgeon es otra muestra de esa curiosa mezcla entre el
thrash y unas vibras de Rock & Roll que no te quitarán el impulso por
sacudir el cráneos. Wicked Place es una marcha, así, sin más. Un swing cadencioso
te lleva nuevamente a mecerte a un decadente coro y a un puente que se
convierte en una trituradora de huesos. Malicia demencial y, quizás, hasta un
poco solemne con su final. Estos fueron los tres temas elegidos por la banda
para promocionar su trabajo, y si bien, son temas decentes, afortunadamente están
lejos de ser lo mejor que este disco tiene que ofrecer.
Twist of the Wick es, sin duda, la primera gema que
resplandece por encima todo lo que hemos escuchado y es el primer tema que
mueres de ganas por volver a escuchar. Tiene todo lo que el thrash exige como
tributo para coronarse como un clásico instantáneo: un intro ominoso, velocidad
en su núcleo y ese toque único a la mitad que te hace quitarte de dudas de con
quién estás tratando, no podría tratarse de nadie más que Overkill.
Si bien la primera joya era una muestra de velocidad y
vapuleo, Fever es todo lo contrario. La velocidad se disminuye aún más para arrastrarte
a un pantano lleno de hechicería y misterio, en el que puedes sufrir el fango en
tus pies que te impide avanzar con libertad. Una puerta al infierno se abrió y
se encuentra en el bayou al que te transporta esta canción al más puro estilo
de Black Sabbath. Y como no podría ser de otra manera, Harder they Fall trae de
vuelta a la ecuación la velocidad endiablada como si estuvieras en un carrito
de montaña rusa cuyos rieles sólo van cuesta abajo. El coro más memorable de
todo el álbum y otro tema que va directo al pedestal del “debes oírla en vivo”.
Know Her Name merece su propio nicho dentro del altar tan
apretujado que es la discografía de la banda, sin exagerar, es un tema en el
que todos los elementos del grupo logran ser protagonistas.
Bag O’ Bones se inclina mucho más hacia ese lado Hard Rock que
hará las delicias de quienes disfrutaron de I Hear Black o Immortalis. Directamente,
te invita a sacudir ese esqueleto, incluso si estás “lejos del hogar, nunca
estarás solo”. Como cierre, es una sorpresa, pero tampoco se les puede reprochar decidir colocarla al final.
Mención especial al intro de Won’t Be Coming Back, que es a
todas luces un homenaje a Holy Driver de Ronnie James Dio y que hará las
delicias de los amantes de NWOBHM. Ese riff del verso traerá de vuelta esa
nostalgia por una época que muchos no hemos vivido, pero que puedes escuchar sobre
todo en Feel the Fire. Y como sólo nos queda hablar de Goin’ Home, sólo podemos
decir que es el alumno que cumple con la tarea y llega puntual a clases; su riff
principal está lleno de maldad y la batería de Brittner brilla de una forma
especial. Es curioso puntuar estos temas como los momentos bajos del viaje,
porque serán del agrado de muchos y eso no hace más que hablar muy bien del álbum
como un todo.
La producción es gloriosa, Colin Richardson (quien vuelve a
colaborar con la banda después de Killbox 13, uno de sus mejores productos en
cuanto a sonido) y Chris Clancy son los responsables de la mezcla y ésta enseña
cómo llevar ese tono electrizante de guitarra que se escuchó en Wings of War a
una comunión con un bajo masivo, pero no invasor) y una batería más cálida y
que por fin nos deja apreciar mejor todo de lo que es capaz Jason Brittner en
su segundo trabajo de estudio con el grupo. Dave Linsk ya cuenta de por sí con
un repertorio de solos excelentes en la banda y en este disco no sólo mantiene
su sello de creatividad y expresividad, sino que logra hasta superarse en varias
ocasiones.
Curiosamente, existe un momento extraño dentro de The Surgeon
durante su primer pre-coro, en el que la mezcla se vuelve un poco loca, quizás algún
truco de compresión y ecualización para evitar la saturación del doble bombo; algo
muy inusual de escuchar en una producción que logra ser tan bien cuidada como
esta y que, increíblemente, vuelve a presentarse al inicio de la segunda sección
de Fever. No echa a perder nada y no deja de ser un dato anecdótico, pero sí es
perceptible.
En conclusión, Scorched es un disco sólido, cimentado
fuertemente en raíces que van más atrás de la propia banda y que se extienden hasta
el último segundo de los 51 minutos de grabación, los cuales son “pocos” en
comparación a lo que experimentas al escucharlo. No es un álbum perfecto y aunque
es difícil asignarle un puesto específico dentro del ranking o decir que supera
todo lo hecho en más de 40 años de trayectoria, sí logra consolidar todo lo aprendido
a lo largo de una larga y prolífica carrera y que, sin lugar a dudas, supera a
Ironbound y The Electric Age como lo más sobresaliente que la banda ha logrado
desde The Years Of Decay o Horrorscope.
Pero que esto no sirva como una
recomendación... ¡es una invitación!
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